Si pudiéramos definir objetivamente a un líder, podríamos hablar de esa capacidad que tienen algunas personas para comunicarse con un grupo de gente y tener la habilidad de influir en sus emociones para que se dejen dirigir. De la misma manera, podemos hablar que una persona tiene un nivel de liderazgo cuando permite a los individuos de su grupo expresar sus ideas y mantenerlos unidos, ya sea en situaciones adversas o de estabilidad. Por último, podríamos concluir que la finalidad de las características ya mencionadas, es que a través de una persona, un grupo de personas ejecuten acciones o actividades para el cumplimiento de un objetivo planteado anteriormente.
Las personas no quieren ser manejadas, quieren ser dirigidas.
En el ecosistema laboral, diversos estudios han concluido que la gran mayoría de empleados, (con sus excepciones, por supuesto) quieren desempeñar un buen trabajo. Sin embargo, los resultados no siempre son los deseados. ¿Por qué? Podríamos debatir si la culpabilidad recae en los trabajadores, en las circunstancias o en su líder, pero la pregunta que realmente deberíamos realizar es ¿cómo? ¿Cómo puede ser posible que no se alcancen las metas deseadas cuando las circunstancias son favorables y hay disposición en el talento? La respuesta es: la manera como lo realizan, es simplemente un reflejo de aquel para quien trabajan. Entonces la culpa es del líder, o mejor dicho, de su falta de visión como líder.
El liderazgo comienza en el corazón, no en la cabeza. Lo único que puede distinguir a un líder de cualquier otra persona, es que tenga seguidores: sin seguidores no hay líder. Además, los líderes no eligen a sus seguidores, sino que son estos los que escogen a su líder.
Durante años se ha discutido sobre el origen de una persona líder: se nace o se hace. Las investigaciones indican más bien que los líderes se hacen a través de las circunstancias de su vida en las que adquieren una serie de comportamientos producto de su interacción con sus diversos núcleos sociales, desde su familia, amigos, escuela, hasta circunstancias adversas que fortalecen su carácter y visión.
Si se utilizan eficientemente determinados comportamientos y habilidades, cualquier persona podría ser líder en alguna actividad o grupo social-profesional. El psicólogo Kurt Lewin, en sus investigaciones sobre el liderazgo durante la Segunda Guerra Mundial, destacó tres estilos de liderazgo que al día de hoy siguen siendo los más habituales en el mundo de las organizaciones.
1. Líder autocrático o autoritario.
Este líder siempre ordena y espera el cumplimiento inmediato. Su método de influencia está basado en su sistema de recompensas y castigos. Concentra el poder en sí mismo y no permite la intervención grupal, es decir, toma las decisiones sin la participación de sus seguidores.
Bajo este liderazgo, las personas harán solamente lo que tengan que hacer, en el momento en el que lo tengan que hacer, de la manera en que lo tengan que hacer. Esto provoca un estado de ánimo decaído de manera constante. Cuando el líder carece de confianza, los seguidores carecen de compromiso.
2. Líder democrático.
Las características que definen a este tipo de líder se definen por su carácter cooperativo. El líder democrático consulta las acciones y decisiones con los individuos que conforman su grupo. Fomenta su participación en los temas importantes y mantiene un estado de ánimo grupal saludable.
Además, los objetivos fijados por el líder democrático van siempre enfocados al bien común y promueven el desarrollo individual de los individuos. Por tal razón, las metas son mayormente alcanzadas y el sentimiento de fracaso es prácticamente inexistente. El liderazgo democrático está basado en la colaboración y participación.
3. Líder liberal o laissez faire.
La expresión francesa laissez faire tiene como significado «dejen hacer o dejen pasar». Aplicado al liderazgo, tiene la característica de que el grupo lo es todo. Este estilo se caracteriza por una liberación completa del grupo en decisiones y la participación del líder es mínima o inexistente.
La mala organización suele estar presente en este grupo y se fomenta un comportamiento polarizado de rivalidad entre individuos o de nula acción en el bien común. El papel del líder entonces es nulo y no se responsabiliza del grupo.
A pesar que los estudios afirman que el liderazgo democrático es el mejor, el liderazgo autocrático y liberal están todavía presentes en múltiples empresas y organizaciones. Por tal razón, el líder debe tener su visión puesta en los siguientes puntos:
– Al verdadero líder se le reconoce porque, de alguna manera, su gente muestra siempre un desempeño superior.
– Un líder es grande, no por su poder, sino por su habilidad de hacer surgir poder a otros.
– La lealtad al líder alcanza su nivel más alto cuando el que le sigue ha crecido personalmente gracias a la dirección del líder.
– Un líder sabe adecuar su estilo de dirección a cada momento y a cada persona. Consigue que las personas hagan las cosas porque quieren y no porque deben.
– Un líder escucha las sugerencias. Es un ser reflexivo que no se maneja por impulsos. Su objetivo es la excelencia.
– Cuando hay problemas, un líder evita culpar a terceros y asume responsabilidades.
Como conclusión, la adquisición de estas cualidades requiere del líder una gran motivación, un esfuerzo a largo plazo, un entrenamiento continuo y un fuerte compromiso emocional.
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Una persona tiene un nivel de liderazgo cuando permite a los individuos de su grupo expresar sus ideas y mantenerlos unidos.